miércoles, 5 de septiembre de 2018

Después de la muerte


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En este momento estás vivo, respiras, te mueves o trabajas. Puede ser que vives cómodamente o que existes en miseria. El sol sale y se pone. En algún lugar nace un bebé, y a la vez, siempre hay alguien que está muriendo.
TODA LA VIDA ES SOLO UN ARREGLO TEMPORAL.
PERO . . .
¿A DÓNDE IRÁS DESPUÉS DE LA MUERTE?

No importa si eres religioso
o si no crees en ninguna religión,
aún necesitas resolver esta
pregunta de mayor importancia,
porque después de una breve vida terrenal,
el hombre va a su destino eterno (Eclesiastés 12:5).

PERO, ¿A DÓNDE?

El cementerio en donde estarás enterrado no puede sepultar tu alma. Aunque fuera quemado tu cuerpo en la pira crematoria, el fuego no podría consumir tu alma. Si perecieras en las profundidades del mar, tu alma no se ahogaría.

¡TU ALMA NUNCA MORIRÁ!
EL DIOS DE LOS CIELOS Y DE LA TIERRA HA DICHO:
“TODAS LAS ALMAS SON MÍAS”.
       
Por algún lado en el más allá, tu alma, “tu verdadero ser”, se enfrentará con las obras hechas, sean buenas o malas, mientras tu cuerpo todavía estaba vivo. Vea Hebreos 9:27.
Puede ser que adores sinceramente.
Puede ser que te sientas mal por tus acciones malas.
Puede ser que aun restaures lo que fue robado.
Seguramente todo esto es necesario;

PERO . . .
No puedes expiar tus propios pecados.
       
El Dios de los cielos, el Juez justo de toda la tierra, conoce tus pecados y tu vida. Nada se oculta de Él. Con tus pecados, nunca podrás entrar en la dicha de la gloria.
Pero este mismo Dios celestial es un Dios de amor. Él ha concebido una manera para la redención de tu vida y tu alma. No necesitas ser arrojado a la fatalidad eterna y al fuego del infierno. Dios envió a Jesucristo a este mundo para salvar tu alma. Jesús tomó tus pecados encima de sí mismo cuando sufrió y murió en la cruz del Calvario. Dios dio lo mejor del cielo como sacrificio por tus pecados. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Estas palabras, hablando de Jesús, se profetizaron muchos años antes de que él viniera a la tierra.
¿Creerás que Jesús te ama? ¿Orarás y confesarás tus pecados a él? ¿Te arrepentirás y creerás en Jesús, el Hijo del Dios viviente? Al entrar en un compromiso total con él, Jesús te dará la paz en tu alma y la vida gloriosa después de la muerte. Solo entonces puedes estar seguro de un hogar eterno de gran gozo y consuelo para tu alma.
Pero ¡Oh!, el abismo y el fuego sin fin que esperan a los que en esta vida rechazan el amor redentor de Jesús. No habrá retorno ni salvación después de la muerte. “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:41). “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 25:30).
Dios, en la Santa Biblia, nos advierte del inminente juicio final de todo el mundo. En estas Sagradas Escrituras es profetizado que antes de aquel notable día del juicio habrá señales claras y obvias.
Antes de su venida, habrá guerras y rumores de guerras, angustias y naciones en confusión. Naciones pelearán y parecerán no hallar una manera de solucionar sus diferencias de actitud y opinión.
Habrá terremotos y pestes en diversos lugares. La Biblia nos dice que los hombres malos irán de mal en peor. A la vez, la gente no le hará caso a la advertencia, sino serán amantes del placer más que de Dios. ¿A caso no somos testigos del cumplimiento de estas profecías en nuestro día? Vea Mateo 24:6-7, 12; 2 Timoteo 3:4.
Recordemos que nuestro justo y gran Juez no estará influido por nuestra riqueza o pobreza actual, fama o desgracia ni por nuestro color, raza, casta o credo. Algún día nos pararemos delante de nuestro gran Creador y Señor para ser juzgados según nuestros hechos. Lea Mateo 25:32-33.
En la eternidad sin fin que está por venir, no habrá ni reloj ni calendario y los siglos no se calcularán. El humo del tormento del pecador y del impío ascenderá para siempre jamás. Al mismo tiempo, el goce, los cantos, el éxtasis y la tranquilidad de los redimidos serán interminables en el cielo. ¡Toma la decisión ahora! Luego puede ser demasiado tarde: “He aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2; Mateo 11:28-30).

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