Marido/mujer. El matrimonio confiere un nombre nuevo; al novio y a la novia, gracias a la promesa y compromiso matrimonial, se les llama marido y mujer. Y ellos asumen progresivamente el nuevo nombre. Ser esposo, ser esposa. Estar unidos. Desposados con las esposas del amor, de la libertad, de la intimidad.
Alianza de amor. El amor conyugal entre un hombre y una mujer está hecho de sentimientos y decisiones; es amor corporal y espiritual, realista y lleno de imaginación, Es alianza entre personas adultas y, al mismo tiempo, es aventura de amor. Se trata de una relación mutua: Darse y recibir al cónyuge. Se simbolizan en los anillos que se entregan. Son signos de fidelidad. Se los entregan para recordar la promesa del amor mutuo.
Tarea permanente. El matrimonio propiamente comienza el día de la boda. Se trata de un punto de llegada. Y de un punto de partida de formación permanente, permanente relación, para siempre, hasta que la muerte nos una más. El matrimonio es un don y una tarea. Cada persona tiene una misión en la vida; el matrimonio concreta esa misión personal y la entrelaza con la de otra persona.
Relación de amor. No de cualquier amor; no un mero sentimiento de éxtasis momentáneo sin el contraste del día a día. Incluye el amor erótico apasionado y también el amor de amistad y de entrega total (ágape). Los esposos se hacen responsables al cien por cien de su crecimiento personal y dual. Con el paso del tiempo ellos pueden relatar su experiencia de pertenencia y de complementariedad. Y ese relato es mensaje de amor que los convierte en mensajeros.
Intimidad. El amor conyugal es un amor íntimo; requiere capacidad de interioridad. Necesita comunicación y diálogo. Requiere la invitación al otro para que entre en ese territorio personal que cada uno tiende a proteger.
Se puede vivir la intimidad cuando cada uno sabe estar en contacto con sus sentimientos, deseos y aspiraciones. La conciencia refleja de los propias satisfacciones y carencias es lo que permite la transparencia. Sabemos bien que somos espejos unos para otros; que en el espejo de los otros se va reflejando nuestra imagen, lo que mostramos y lo que intentamos ocultar. El cónyuge especialmente es el espejo que estimula el encuentro con uno mismo, el descubrimiento de la propia realidad.
Madre y padre. El amor matrimonial es difusivo, es fecundo. Cuando dos personas se quieren de verdad nace algo nuevo para cada uno y para los dos. Cuando marido y mujer se aman nace la fecundidad. Puede tener muchas formas. La más fuerte y visible son los hijos. Ellos son la epifanía viva de dos biografías que se anudan, para constituir una sola corriente en el camino del mar de la plenitud; dos biografías se juntan, como se juntan las aguas de dos ríos que confluyen.
Olvido y memoria. El olvido es una actitud positiva que consiste en no llevar cuenta de las posibles heridas que la vida va produciendo sea por acción o sea por omisión. Los cónyuges tienen un don especial para el perdón y la sanación. Por otra parte, tienen muchas oportunidades de no olvidar los momentos mágicos y felices que han ido entretejiendo la historia común. Celebrar esos momentos. Volver a ellos. Rememorarlos. La fe en el sueño común es capaz de hacer memoria viva del crecimiento común.
Noviazgo. Se trata de una experiencia de novedad creciente y sucesiva; una relación llena de descubrimientos, de sorpresas. Es preciso luchar contra las etiquetas que paralizan y encierran al otro. El sí del inicio se verifica en el sí de cada día, de cada reconciliación, de cada perdón y sanación.
Iglesia doméstica. El amor conyugal en cuanto es amor total, íntimo y responsable, fiel y creativo. es encarnación del amor con que Cristo ama a la Iglesia. El amor humano matrimonial es lo que más se parece al Dios amor. Hace presente la relación de amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu. La relación conyugal y familiar es la que expresa con más intensidad la naturaleza de la Iglesia como comunión de personas. El matrimonio es una pequeña iglesia que ora, que testimonia, que celebra, que contagia y guía con su palabra y con su ejemplo.
0rientación futura. El matrimonio es promesa y esperanza. Está habitado por la fuerza de un sueño común, forjado en el tiempo del noviazgo a partir de las necesidades humanas, de la cultura y educación que cada uno ha recibido. Todas las personas soñamos son la vida en plenitud. Le damos el nombre de felicidad. En el matrimonio cada persona está interesada en su propia felicidad; pero también promete responsabilizarse de ayudar al otro a ser feliz. Que este sueño siga vivo está indicando el grado de salud de la relación de amor. El futuro soñado es la energía que mantiene vivo el amor y lo convierte en buena noticia.
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